Firmas invitadas

EL PICNIC

Por Antonio SantosFecha: 12/09/2011

Antonio Santos nos remite este cuento corto para su publicación en Amigos de Colmenarejo.

 

EL PICNIC

Lo teníamos todo preparado; las tortillas en un taper, la fruta, las bebidas, el mantel de cuadros y todo lo que, cuando se llevan demasiadas cosas al campo, suele constituir el "improvisado" equipaje de una buena madre. Mi padre, cogiendo su transistor de bolsillo y con las llaves del coche en la mano dio la orden: "Vámonos". Todos salimos en tropel con las bolsas.

El recorrido fue alegre; buena música, hasta que mi padre decidió escuchar las noticias- " los pesimistas no crean empleo" decía, con voz engolada. El Presidente. Un cielo azul prometía. Al llegar al aparcamiento, recogimos las cosas y nos preparamos para la caminata de dos  horas, hasta las inmediaciones de la cima del pequeño montículo. Reparé en un viejo cartel taladrado de perdigones-"peligro de erupciones", comunicaba. Le pregunté a mi padre si no sería mejor ir a otro sitio, cambiar nuestro objetivo pero, con una sonrisa de suficiencia, muy característica en él, me respondió; "Pero si nunca ha pasado nada. Pues anda que no lleva tiempo la gente viniendo a este lugar. Eso son exageraciones. Alarmismos".

 Al llegar mi madre y tía Brígida se dispusieron a organizar la logística. Otras familias hacían lo propio a nuestro alrededor. Los chavales nos pusimos a jugar. En nuestro entorno surgieron unas extrañas fumarolas de entre las piedras.

Mi padre seguía con su transistor a todo volumen, como suele hacer  siempre. Ahora se escuchaba   qué la crisis era un invento de exagerados y facinerosos. Seguimos jugando hasta que mi madre nos llamó para la comida. La radio continuaba con su matraca de tertulianos. Ahora hablaban de que todo estaba siendo controlado, que los millones de parados podrían, con las medidas adoptadas por el gobierno, volver a trabajar. No había manera de que mi padre apagara la puta radio.

De pronto la tierra empezó a resquebrajarse a nuestros pies, pequeñas grietas que hicieron caer la botella de vino. Después un líquido rojo y humeante   surgió de la tierra, un sonido como de explosión empezó a hacerse más potente.

Entonces lo comprendí todo.

 Me levanté, y sacándomela delante de mi familia, poniéndome sobre el mantel, comencé a orinar entre los pechos de la tía Brígida. Mi padre, el único al que miré, tenía la boca abierta, la tortilla se le había caído dejándole un rastro por la camisa. Como siempre había soñado, por el efecto del líquido, la ropa húmeda adherida a su cuerpo,  dejó traslucir los pezones de mi tía. Eran como yo imaginaba.

La explosión se hizo más poderosa, más cercana, la teníamos bajo los pies. La radio seguía con machacona insistencia-" Aquí no pasa nada. La banca está respondiendo, los políticos controlan la situación de crisis". Me llamó la atención que por primera vez usaran ese término.

Los pezones de la tía, los pezones de la tía...¡cómo disfrutaba esos últimos instantes!.

 Mi padre no me regaño. Yo tampoco dije nada.


 

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Opiniones

Por: El abogado - 18/09/2011

Carpe diem, Sr. Santos. Que no hay más ciego que el que no quiere ver ni más necio que el que tira la primera piedra.

final de

Por: Nines - 18/09/2011

...y le cogió gusto........Nines para publicar este comentario deberías identificarte

Por: Nines - 17/09/2011

............ Supongo que el padre eres tu mismo

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